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Los veleros que navegan estos días por el Estrecho de Gibraltar lo hacen más tranquilos que en el último lustro. El número de 'ataques' de ... orcas ha bajado un 43% entre enero y mayo de este año respecto a las cifras registradas desde 2021. En este 2025 se han registrado 25 de estas interacciones, exactamente la mitad que en 2024 y muchas menos que el máximo de 61 de 2023 y las 42 de 2022. Solo en 2021 hubo menos, 21. Los datos proceden del grupo Orca Atlántica, una de las organizaciones de referencia en el estudio de este grupo de cetáceos que fueron bautizadas con el nombre de gladis en homenaje a una denominación utilizada en el pasado, orca gladiator.
«La caída respecto a 2023 es del 80%», precisa Renaud de Stephanis, coordinador y presidente del grupo Conservación, Información y Estudio sobre Cetáceos (Circe), que lleva desde 1998 estudiando a la orca ibérica y que recaba su información de los barcos de salvamento que salen al rescate de las embarcaciones dañadas en estas embestidas.
Dos son las razones que esgrimen los expertos para explicar el descenso de un sorprendente comportamiento que comenzó en verano de 2020, que ha contabilizado 877 de estas interacciones y que se ha saldado con el hundimiento de siete embarcaciones -cinco veleros y dos pequeñas lanchas de pesca-. La primera resulta obvia: si se quieren evitar a las orcas, lo mejor es no pasar por las zonas por donde suelen desenvolverse. «El 80% de estos incidentes han tenido lugar en una zona del Estrecho de tres kilómetros cuadrados», explica De Stephanis. Es justo en ese punto donde estos cetáceos persiguen a los atunes rojos, su principal fuente de alimentación.
Las recomendaciones del Ministerio de Transición Ecológica inciden en evitar este punto especialmente entre los meses de abril y agosto, y en caso de no hacerlo, navegar «lo más próximo posible a la costa dentro de los límites de seguridad». En caso de producirse el encuentro, instan a no detener la embarcación y avanzar hacia aguas menos profundas. «Parar los barcos -un consejo que se dio durante un tiempo- hizo aumentar las interacciones», afirma el representante de Circe. «Si lo haces, rompen el timón, pero si te mueves, se les hace más difícil acertar y además lo hacen con menos fuerza», añade.
Alfredo López, portavoz de Orca Atlántica, no niega la efectividad de navegar cerca de la costa, pero asegura que esta medida ya se aplicó en 2023, cuando se alcanzó el máximo de encuentros. Este especialista maneja otra hipótesis: las gladis más activas se han separado. «En el mes de julio se habían repartido entre el Estrecho y el Golfo de Vizcaya. Los ejemplares que si están juntos realizan interacciones con mucha frecuencia, las reducen al estar separadas», apunta. «No sabemos por qué unos años están todas más juntas y otros años están más separadas. Da la impresión de que siguen ciclos de dos años. Solo podemos constatar que pasa, nos faltan piezas del puzzle», añade.
La teoría más extendida sobre la causa de estas embestidas asegura que se trata de un juego. Así lo afirmó un informe publicado justo hace un año por la Comisión Ballenera Internacional (ICW, por sus siglas en inglés), que apuntaba que ante la sobreabundancia de atunes, los ejemplares más jóvenes se aburrían y se buscaban entretenimiento chocando con los veleros que surcan el Estrecho. En ningún caso se trataría de ataques. Los especialistas coinciden en que si quisiera hundir las embarcaciones, lo harían con mucha facilidad.
Sin embargo, López ve algo más. De las 45 orcas ibéricas, solo 16 son consideradas gladis, solo estas últimas se acercan a los barcos -De Stephanis discrepa y afirma que todas participan en estos juegos-. De ellas, solo una sería un ejemplar adulto, la gladis blanca. Ella fue la que en el verano de la pandemia embestiría por primera vez una embarcación. Nacida en 2005 o 2013 -no hay acuerdo en este punto-, lo haría no por venganza, como se ha llegado a publicar -«Los cetáceos en libertad no conocen este comportamiento», afirma el portavoz de Orca Atlántica-, sino para proteger al grupo tras haber sufrido ella «algún trauma. Lo que busca es parar el barco». Los ejemplares jóvenes imitarían este comportamiento hasta que, al hacerse adultas, lo abandonarían. Sería una moda que de repente desaparece, como ocurriera hace años con otro grupo de estos cetáceos que llevaba salmones sobre sus cabezas a modo de sombrero. «Para ellas sí podría ser un juego», afirma Gorka Ocio, de la empresa verballenas, dedicada al avistamiento de cetáceos en la costa vasca.
La gladis blanca mantuvo este comportamiento incluso tras haber sido madre, lo que indicaría, según López, que pone al grupo por delante de su descendencia pese a que las orcas hembra son extremadamente celosas del bienestar de sus crías dada la elevada mortalidad en los primeros meses de vida. «Es como si estuviera obsesionada o sufriera estrés postraumático. Lo que la lleva a actuar es más fuerte que la propia maternidad. En su caso no puede ser por aburrimiento, no tiene sentido».
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