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Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!». Y dicho esto, un empleado del Café de Rick en 'Casablanca' entrega al escandalizado capitán ... Renault el producto de sus ganancias.
Ahora que el crepúsculo del sanchismo vuelve a retratar la política como el Patio de Monipodio, el PNV vuelve también a mostrar lo mucho que le gusta exhibirse escandalizado por lo que ocurre «en Madrid». Ese Madrid que provoca en los nacionalistas una mueca bien de rechazo, bien de condescendencia, tan mesetario y vetusto en el que, como continúa el relato nacionalista, se practica la política de manera descarnada. Una capital-símbolo a la que pintan con todos los atributos negativos en el vano intento de petrificar una imagen amarillenta y atrasada frente a la que se sienten ganadores en la comparación. Porque aquí podemos tener una historia -biografía aún- marcada por la violencia terrorista y el éxodo interior de decenas de miles de conciudadanos, pero somos gente templada, moderados, no como «los de Madrid».
Esto de «Madrid», así en general, ya sabemos que es un escándalo, pero tanta objeción moral no les impide a los nacionalistas, como al capitán Renault, extender la mano para recoger las ganancias conseguidas en la timba. Y es que no se trata de que el PNV se beneficie de Madrid, es que el PNV es parte integrante y esencial de ese Madrid en el que el sanchismo -siete años ya de Gobierno- afronta su bochornoso colapso. Por eso, la pretendida distancia que el PNV se jacta de mantener frente a «Madrid» no es más que un artificio. El componente madrileño se ha vuelto esencial para el PNV aunque no lo quiera, forma parte insustituible de ese Madrid que tanto le escandaliza.
Fue el PNV, no Pablo Iglesias, ni Bildu, ni ERC, el que sacó a Rajoy de La Moncloa con la moción de censura y es ese partido el que da oxígeno a esa corte de los milagros que desfila todos los días por las televisiones y juzgados y se retrata en sus grabaciones, chats y entrevistas.
En el 'cocidito madrileño' el PNV es el que da sustancia al caldo, aunque este resulte indigerible; es el que dice cuánto tiempo tienen que cocer los garbanzos y el que exige su ración de carne. De la misma manera que el capitán Renault en 'Casablanca' era un jugador aventajado del casino que denunciaba, el PNV es responsable principal del montaje y el guion de este espectáculo obsceno que sigue apoyando. Ese «Madrid» que el PNV utiliza para intentar elevarse hacia no se sabe qué superioridad moral es el Madrid que los nacionalistas mantienen y explotan para su aparente ventaja. Y digo aparente porque, elección tras elección y encuesta tras encuesta, la apuesta jelkide se revela en un presente apretado y en un futuro neblinoso.
Ahí es donde entra en escena la arrogancia nacionalista cuando desde el PNV advierten al PP de la necesidad de ser cortejados si este partido quiere contar con ellos en el futuro. Pero ¿y si las cosas fueran al revés? Porque, a lo mejor, lo que el PNV debería plantearse es en qué situación le dejaría un próximo cambio en el Gobierno de España en el que los números no sean los que prevén en Sabin Etxea y no resulten tan claras sus oportunidades para intentar de nuevo su jugada extractiva. A lo mejor, tal vez, por qué no considerarlo, es el PNV el que debería plantearse la conveniencia de ampliar un poco la visión de la jugada y tomar distancia real, no fingida, frente a un andamiaje político en proceso de derrumbe.
Es curioso que el Madrid que el PNV rechaza es el Madrid real, una capital y una región de éxito que compite con ventaja entre las grandes áreas urbanas de cabecera en Europa. Solo ven en ese Madrid y en su patológica fijación con Isabel Díaz Ayuso, que comparten con la izquierda, un territorio que, según le gusta decir al lehendakari Pradales, «drena» recursos. Y sin embargo, mientras denigran un modelo de éxito innegable, alternativo al modelo económico y social declinante en el que socialistas y nacionalistas insisten, el PNV apuntala, legitima y hace todo lo posible por perpetuar el Madrid, ese sí política y moralmente indecente, que ahora está desplegando toda su sórdida corrupción.
Pero siempre hay una oportunidad. La aprovechó el capitán Renault al final de 'Casablanca', cuando decidió abandonar el colaboracionismo con los ocupantes nazis para pasar al lado bueno de la historia del brazo de Rick, el héroe antipático pero leal.
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María de Maintenant e Iñigo Fernández de Lucio
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