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La ruptura con Elon Musk parece situar a Trump en un lugar infrecuente para él: el control de dañosLo difícil en las rupturas es mantener la cabeza ocupada. Donald Trump se entretuvo el fin de semana yendo a la UFC con Tyson, desplegando ... a la Guardia Nacional en Los Ángeles y llamando 'Newscum', o sea, 'Nueva Escoria' a Gavin Newsom, el gobernador demócrata de California. No le sería fácil desconectar. Las artes marciales mixtas, los juegos de palabras insultantes y el Ejército reprimiendo protestas civiles son cosas -esas cosas pequeñas y tontas- que debieron de recordarle a Elon. Fue el jueves, tras la escenificación amistosa de la despedida de Musk en el Despacho Oval, cuando el mejor amigo presidencial, el magnate que amaba a Trump «tanto como un hombre heterosexual puede amar a otro hombre» comenzó a tuitear contra él. Lo hizo recordándole que no habría ganado las elecciones sin su ayuda y acusándole de ocultar la lista Epstein por aparecer entre los invitados del millonario pederasta. Trump debió de llevarse una gran sorpresa. ¿Por el ataque repentino y traicionero? No, por no haberlo lanzado él.
Desde entonces, Trump combina el silencio y la amenaza en una infrecuente estrategia de control de daños. Musk atraviesa por su parte un momento incontrolable. Le hemos visto desmentir las noticias sobre su consumo de drogas con un ojo morado. Su entrada en política ha sido un mal negocio que puede empeorar si Trump anula los contratos gubernamentales con sus empresas. A cambio, el presidente puede ganarse un enemigo poderoso. En Estados Unidos se habla de un sistema electoral «calcificado» en el que una pequeña intervención puede resultar decisiva. Musk tiene enormes cantidades de lo que se necesita: la mirada analítica que detecta oportunidades y el dinero para apoyar candidaturas. El analista Lee Drutman proponía estos días una hipótesis simple que pondría en apuros la mayoría gobernante: un partido llamado 'Coloniza Marte' que le propusiese al público airado de las redes poner patas arriba Washington. Otra opción es por supuesto la del reencuentro. La épica del trumpismo es la de la lucha libre, donde los gigantes se enemistan y se reconcilian mientras los aficionados enloquecen con el entusiasmo de quien no distingue lo real y lo ficticio porque solo necesita más espectáculo.
Osakidetza
Mientras va solucionando lo de que haya médicos, Osakidetza ensaya un programa para que los pacientes ingresados reciban las visitas de sus mascotas. El proyecto se llama MASK y se pone a prueba en los hospitales de Santiago y Txagorritxu. En su versión soleada, los pacientes podrán reencontrarse con sus perros en zonas ajardinadas de los centros sanitarios. En su versión 'indoor', el enfermo podrá recibir a su perro en su habitación si al compañero de la cama de al lado no le parece mal. Hablo de perros porque los gatos, los pájaros o las iguanas no entran en el programa. Al menos por ahora. Explican los veterinarios, que también participan en el proyecto, que los perros son bichos sociables y no tienden a escapar. Osakidetza explica por su parte que a los pacientes les hace mucho bien reencontrarse con sus animales. La pandemia subrayó al parecer la creciente importancia de las mascotas en una población envejecida en la que abundan los hogares compuestos por una sola persona. Hay planes similares al de Osakidetza funcionando en otras comunidades. Se persigue que los hospitales sean lugares menos hostiles y que los enfermos, además de la recuperación, encuentren en ellos el máximo bienestar posible.
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María de Maintenant e Iñigo Fernández de Lucio
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