Así no ganamos
¿Qué alternativa nos queda si no incumplir a veces las normas para ser más humanos?
Marta San Miguel
Lunes, 9 de junio 2025, 00:16
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Marta San Miguel
Lunes, 9 de junio 2025, 00:16
Si ves un coche accidentado en la autovía con gente que necesita ayuda, ¿te detienes en el arcén y sales a socorrerlos? Cuando la corredora ... paralímpica Elena Congost me hizo esta pregunta, afirmé con la cabeza sin titubear. Pues salir del coche en el andén de una autovía no está permitido y te pueden multar por hacerlo. La deportista explicaba así su frustración cuando le quitaron su medalla de bronce en los pasados Juegos Paralímpicos de París. Entraba la tercera por la línea de meta, y a pocos metros, su guía Mia Carol empezó a sentirse indispuesto: sufría calambres, no podía más, se iba a caer, pero Elena le agarró. Incumplió la norma durante unos instantes, y el Comité Olímpico Internacional, con el reglamento en la mano, invalidó su tercer puesto. Desde entonces, Elena y Mia están peleando por recuperar su medalla, y a falta de respuestas en el organismo olímpico, han recurrido a la justicia ordinaria de París. ¿Qué alternativa nos queda si no incumplir a veces las normas para ser más humanos?
Pienso en esa medalla de bronce fundida por la legalidad cada vez que la realidad nos coloca ante estas paradojas, y no solo en el ámbito del deporte. Nos hemos vuelto obedientes en el peor sentido de la palabra, porque hay algo en las normas que nos exonera de exponernos, que nos libera de ir más allá en la responsabilidad de decidir sobre la marcha qué está bien o qué está mal. Y si desobedeces la norma te castigan, como le ha sucedido al pediatra de Bilbao, que ha sido amonestado por acompañar a una niña en estado terminal, al haberlo hecho fuera de su horario laboral. Valoro y defiendo el ordenamiento jurídico y legal como la forma lógica de convivencia, pero cada vez más a menudo la realidad nos demuestra que a veces hay que repensar las normas, y que forzar esos cambios no es desobedecer, es ser humanos durante unas horas, ya sea con unos padres inconsolables o durante un instante en la línea de meta en una carrera.
Esta semana, una corredora en una prueba europea fue amonestada por los jueces por ayudar a una oponente a llegar a la línea de meta cuando apenas se sostenía en pie. De nuevo el deporte, con su inocua manera de generar controversia, nos recuerda que sin normas no se puede jugar, pero sin humanidad tampoco deberíamos de salir de casa. Pienso en la corredora paralímpica, pienso en que no fue el COI quien impugnó el resultado sino la competidora japonesa que entró en cuarto lugar y reclamó para sí la medalla: solo cumplía el reglamento, pero salía ganando siendo justa. En el caso del pediatra, no sé qué ganamos como sociedad al cumplir la norma.
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