Va de cañerías

La mayoría de nosotros vimos a Elon Musk, con su gorrita, sus movimientos histriónicos y su mirada parcelada, algo extraño, diferente, pero de la misma textura que exhibía su recién mejor amigo Donald Trump. Diagnósticos aparte, mi madre habría dicho aquello de que Dios los cría y ellos se juntan, aludiendo a la inclinación natural que tienen ciertas personalidades para emprender un camino juntos. Estaba cantado que la alianza entre el hombre más poderoso del mundo y el hombre más rico del mundo, esos dos gallos de pelea, iba a acabar como el rosario de la aurora. La guerra de los Rose va a ser un ensayo de parroquia, si se dedican a limpiar cañerías sin importarles pisar cada una de sus mangueras. Como bien comprenderán, este morbo tiene estrellas Michelin si lo comparamos con el asunto patrio de Leire Díez, la vergonzosa 'fontanera' militante del PSOE hasta hace cuatro días, a la que le gustan las cámaras más que a cualquier presidente. Continuará.