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Aresti, primero por la derecha (con su hermano Juan Mari detrás), en el estudio de Rafael Figuera, con Ángela Figuera en el centro. Fondo Documental Ángel Ortiz Alfau
Poesía

Poesía, piedra y martillo

Con la obra de Aresti, que mantiene su frescura 50 años después, han cuajado en la poesía grandes signos del imaginario vasco

Carlos Aganzo

Sábado, 31 de mayo 2025, 00:02

Pienso que mi nombre / es mi ser, / y que no soy / sino mi nombre». O también: «Hablo sobre mí mismo porque yo soy / la medida ... del mundo. Que me perdonen». Eso escribió Gabriel Aresti (Bilbao, 1933-1975), precisamente en el momento en el que se decidió a romper con la rigidez simbólica del viejo clasicismo vasco para buscar un euskera nuevo, más abierto y sencillo, pero sin perder un ápice de profundidad. Una expresión que enseguida, vertida al castellano, se hizo poesía grande: canto que desde lo personal y lo local se convirtió en canto general. Aresti se fue demasiado pronto, apenas con 41 años, dejándonos la incógnita de hasta dónde podría haber llegado su obra. Una obra de regeneración que bien puede considerarse una de las más relevantes de las letras vascas del siglo XX.

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