El Juan José Millás más destilado
Autoficción. ·
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Autoficción. ·
En esta novela, el autor valenciano nos ofrece una parodia de su vida, de sus fantasmas y sus fantasías hipocondríacasEs un misterio de la actual literatura española. El género de la llamada 'autoficción' crece en nuestra narrativa en la medida en que es más ... denostado. Con toda probabilidad, la explicación reside en esa atávica y extendida pose de rechazar todas las etiquetas y encasillamientos. Pose que dura hasta que el escritor denostador es invitado a dar una conferencia o a asistir a un curso que lleva por título dicha etiqueta y que hace válido dicho encasillamiento: la autoficción en este caso.
Juan José Millás ha optado en los últimos tiempos por un camino más divertido que la denostación, como es el de la parodia del género. En 'La vida a ratos' (2019), se burlaba del 'diarismo' directamente, recurriendo a un 'alter ego' que se llamaba como él y tomando esa fórmula narrativa para contarle al lector todo tipo de fantasías, incluida la donación de un riñón propio a un amigo como si fuera la cosa más normal y rutinaria que puede hacer uno durante una jornada cotidiana. Aquel texto coincidía con la etapa creativa más fantasiosa y despendolada de toda su producción. Solo un año antes había publicado 'Que nadie duerma', una novela protagonizada por una mujer pájaro en la que confluían el onirismo surrealista y la sátira psicoanalítica.
En 'Ese imbécil va a escribir una novela', su nueva entrega, el escritor valenciano no solo recurre a un protagonista que habla en primera persona y que se llama como él, sino que posee unos datos biográficos y bibliográficos que coinciden con los de su propia persona para adentrarnos en un delirante laberinto de fabulación, donde lo ficcional del mundo exterior se funde con lo autoficcional de la interioridad del personaje-narrador.
De 'la vida a ratos' del falso diario pasamos, así, a la 'vida continua' de una reinventada y disparatada autobiografía novelesca en la que cobra peso argumental el recuerdo infantil de lo que el autor llama un 'sueño lúcido' y en el que su madre le presentó como si fuera un 'segundo padre' al director de una sucursal madrileña del extinto Banco Hispano Americano. La realidad parece confabularse en alimentar esa rara fantasía cuando, años después, ya matriculado en Filosofía y Letras, conoce, en un bar cercano a la Complutense, a un tal Alberto que estudia Arquitectura y que se presenta como un hijo real del onírico empleado del banco de su infancia. Este personaje va a tener una recurrente y rocambolesca presencia en su vida, entre otras razones por su condición de hermano imaginario.
El juego de duplicidades desconcertantes pronto se amplía con ese tipo de fabulaciones hipocondríacas a las que Millás tiene habituados a sus lectores: la doble cabeza invisible que creía tener de niño junto a la otra y desde la cual podía distinguir, en plena calle, las dobles cabezas igualmente invisibles de otros transeúntes. A ese divertido despliegue de figuraciones entre paranoicas y lúdicas se suma un estilo literario que las acompaña y potencia de una manera cómplice, desarrollando simetrías y paralelismos ingeniosos, originales e irónicos. Sorteando unas y otros, se abren diferentes motivos argumentales: el del reportaje magistral que le han encargado en el periódico donde colabora, y que le trae por la calle de la amargura dada su libertad temática, que le induce a ofrecer a la paciente redactora jefa propuestas de lo más estrafalarias; el tema de la infiltración de chivatos dentro de los movimientos universitarios durante la dictadura, con el que está relacionado el ya citado Alberto; el de las ínfulas literarias de este y el del hackeo que el propio Juanjo Millás ha de experimentar en su ordenador; la historia de Pascual, el compañero de colegio que confiesa haber matado al 'Ratoncito Pérez' y que se ha hecho dentista; el del asesinato a manos de la cónyuge que quedó impune y pasó por un infarto gracias al estatus y a los buenos contactos que la familia mantenía con el régimen franquista…
'Ese imbécil va a escribir una novela' es la parodia de una autoficción, una destilación caricaturesca de la existencia del autor en la que no hay que descartar la posible base real de ciertos episodios. Todo escritor retoca su vida cuando la cuenta. Lo que sucede es que trata de que esa versión resulte verosímil. Millás no se ha preocupado de eso sino más bien de lo contrario. Lo que hace es añadir el humor más desopilante a ese proceso de literaturización. Y el psicoanálisis es otra más de sus víctimas, así como un instrumento de elaboración fabuladora, por si algún terapeuta se propone buscar en estas páginas las pistas de la verdad, que seguro que las habrá.
Elena Sierra
Lo bueno de seguirle los pasos a una escritora que acaba de llegar -aparte de que, si es buena, se disfruta- es que al ponerse a escribir la crítica de una segunda novela se ven los puntos en común y las diferencias con la primera, se puede hablar del universo creativo. Si en 'La desaparición' Julia Phillips trabajaba sobre la ausencia, el vacío que queda en la vida familiar cuando alguien se esfuma, en 'Oso' se ha decidido justo por lo contrario, por la presencia, que es la aparición de ese animal del título. El hueco y lo que viene a llenarlo. El ambiente de ambas novelas es similar: hay un deseo de asomarse al margen, a existencias precarias en lugares remotos, con lo que la precariedad se multiplica. Hay también un gran espacio natural, un ecosistema diferente con todos sus habitantes y sus fenómenos.
En 'La desaparición' se iba hasta Rusia y en 'Oso' se queda en una isla situada frente a la costa del Estado de Washington. Allí viven Elena y Sam, dos hermanas que cuidan de una madre muy joven que se muere y que a duras penas llegan a fin de mes. Ya estaban ahogadas y la pandemia ha venido rematarlas. Todo es feo, todo se cae, todo está en la cuerda floja; lo único que queda es la fantasía de la huida. Y entonces aparece el oso. Y con el oso, la belleza. El peligro también, pero sobre todo la belleza de la idea de libertad y de regalo de la naturaleza, un consuelo espiritual en un mundo muy material. La magia en la miseria. La poética en la ru(t)ina.
Iñaki Ezkerra
Sartre nos dijo que «el hombre es una pasión inútil» y Camus identificó la vida humana con el mito de Sísifo. Frente a la lucidez sufriente que nos proponen los existencialistas como respuesta al absurdo, el filósofo rumano Costica Bradatan nos invita a una celebración de este en 'Elogio del fracaso'. Su punto de partida es el mismo -la conciencia de «nuestra vecindad con la nada»- pero el trayecto que propone no es el de esa mera y dolorosa constatación, sino que roza la mística y se nos presenta como un camino a la búsqueda del autoconocimiento. El fracaso nos diría quiénes somos en la relación que establecemos con éste y que nos ha de llevar a una humildad libre de la soberbia, la ilusión y el egocentrismo, que Bradatan considera formas de inadaptación a la realidad. Su propuesta no es ni el optimismo vitalista, ateo o religioso, ni la trágica vigilia nihilista, ni la contemplación de la belleza de la derrota en la que se recreaban los románticos, ni tampoco el aprendizaje vivencial en el que los manuales de autoayuda y los apóstoles del 'coaching' hallan una motivación para intentar de nuevo el éxito.
Bradatan parte de la inevitabilidad del fracaso dada esa nada que precede a nuestra aventura vital. E ilustra esa conciliación con el 'fatum' a través de casos como el de Simone Weil, Yukio Mishima, Gandhi o el Cioran que sostenía que «son los agravios, no los triunfos, los que no olvidamos y los que dejan huella en nuestro ser». Quizá este sugerente ensayo es el desarrollo de esa idea.
Julio Arrieta
«El Cid Campeador representa (...) toda la valerosa actuación de centenares de caballeros que luchaban por España y por Dios contra la invasión de los árabes. Por eso le aborrecían los moros tanto como le amaban los españoles», escribió en 1943 Fermín García Ezpeleta, inspector de 1ª enseñanza, en 'España inmortal', un libro para niños. La cita refleja el sentido que se le dio a la figura de Rodrigo Díaz de Vivar en el franquismo, que resumió su leyenda, formada durante siglos de literatura e historia, en un símbolo patriótico. La construcción de esta imagen es el tema de fondo de 'El Cid. Vida y leyenda de un mercenario medieval', libro de la medievalista húngara Nóra Berend, en el que la «leyenda» ocupa bastantes más páginas que la «vida». La obra ha sido aplaudida como un estudio desmitificador sobre el militar castellano, pero lo cierto es que, para quien esté familiarizado con el personaje, poco aporta en este sentido. La tesis de que Rodrigo Díaz de Vivar actuó como un militar profesional, a sueldo de cristianos o musulmanes según las circunstancias, no es una novedad. Esta perspectiva lleva tiempo presente en la historiografía moderna, en estudios como los de Richard Fletcher, Gonzalo Martínez Díez o David Porrinas. El libro de Berend, claramente orientado a un público anglosajón, puede servir como introducción a quien se interese por la figura del Cid por primera vez o para quién la utilización del personaje resulte más intereante que su vida real.
J. Ernesto Ayala-Dip
Retorna Bernard Minier, exquisito autor francés de novela policiaca. Hoy comento 'Olvidadas', un thriller apasionante como todos los suyos. Escribí aquí mismo sobre sus dos novelas anteriores. En la penúltima, 'Lucía', Minier convertía en protagonistas a agentes de la Guardia Civil, concretamente su brigada de investigación criminal, la Unidad Central Operativa (UCO). La teniente Lucía Guerrero es una mujer empeñada en hacer su trabajo lo mejor posible y un ejemplo de cómo saber mandar sin ofender a nadie. Tiene también su costado empático, que en esta nueva entrega se hará más evidente que nunca. Luego está su jefe Peña. Y en esta novela se incorporará un nuevo ayudante, el sargento Mateo Soler, un joven no mayor de treinta años, algo pasado de ego y, sobre todo, de lavanda Varón Dandy. Nos quedaría el teniente Arias, competente y muy intuitivo. Otro rasgo de Minier en sus intrigas es la acumulación de referencias culturales, que no usa para dar el pego sino para redondear las características psicológicas de sus personajes, sean los buenos o los psicópatas. Recuérdese que en 'Lucía' el asesino en serie mostraba ser un lector muy atento de 'Las metamorfosis' de Ovidio. Estudiaba los cuadros de pintores del Renacimiento y el Barroco basados en la obra clásica latina. De esta manera, dejaba a sus víctimas en la postura en la que un cuadro las representaba.
'Olvidadas' se divide en dos partes, dos investigaciones paralelas pero situadas en distintos puntos de España. Una se desarrolla en Galicia y la otra en Madrid. Esta distancia esconde otra más profunda y casi insalvable: las víctimas de Galicia son cuatro mujeres trabajadoras que fueron asaltadas, escondidas y finalmente, asesinadas. Al frente de la investigación estaba la teniente Guerrero. Y desde Madrid la llaman para que abandone el caso (que pasará a manos del teniente Arias) y se encargue del asesinato de una mujer de la jet madrileña. Con el correr de los días, se suma el asesinato de dos hombres también muy ricos. Cada víctima de Madrid aparece con una leyenda: «Mueran los ricos». Este lema se extiende, a través de las redes, por todo Madrid, paradójicamente en apoyo al asesino. A la vez, la teniente Lucía recibe correos anónimos en los que se la tacha de incompetente y «furcia», lo que da pie a una investigación agregada y secreta.
Aquí el aporte cultural de Bernard Minier se apoya en el hecho de que uno de los sospechosos es un pintor muy cotizado entre los grandes nombres de la pintura ultra vanguardista. Minier nos pone sobre la pista de los nombres más sobresalientes de la vanguardia desde los años setenta hasta nuestros días, cosa que se agradece, sobre todo a los que no superamos el nivel Velázquez o Van Gogh.
En resumen, retorna nuestra querida teniente Lucía con todo su esplendor humano e indagador.
Pablo Martínez Zarracina
El protagonista de esta novela comparte algunas características con su autor. Ambos nacieron en Teherán y crecieron en Estados Unidos, ambos son poetas y ambos han superado la adicción a las drogas. Kaveh Akbar es, sin embargo, un joven escritor de moda que publica en el 'New Yorker' y aparece en la 'Paris Review' mientras Cyrus Shams, su alter ego, es un fracaso andante que oscila entre la depresión y la exaltación y lleva una vida de estudiante perpetuo.
Su madre, a la que apenas conoció, murió en el avión comercial de Iran Air que fue derribado en 1988 por el Ejército estadounidense. Aun así su padre se instaló en Indiana y Cyrus se crío «como iraní en el Medio Oeste en el contexto del 11 de septiembre y el patrioterismo consiguiente». Tras la muerte del padre, el joven está solo en el país. Se dedica a la poesía, aunque no escribe. También quiere morir, aunque no parece quererlo muy en serio y sí de algún modo relacionado con el martirio, pero por el lado del arte antes que por el de la violencia. El propio Cyrus reconoce que ser «normal» es en el fondo lo que no desea. «Quiero hacer algo relevante», le dice el protagonista a su amigo y amante ocasional Zee. «Quiero que mi existencia importe».
La misma mezcla de ensimismamiento y patetismo que se advierte en el discurso de Cyrus domina una novela que se adapta como un guante a las corrientes de la época. Lo hace con la ligereza edificante de un texto juvenil y sin esquivar el riesgo de la autoparodia. Un ejemplo: la mínima trama que soporta un texto con altos niveles de afectación es el viaje del protagonista a Nueva York para verse con una artista visual iraní enferma que pasa sus últimos días recibiendo visitas en un museo de Brooklyn. Alrededor de ese encuentro pretendidamente epifánico, Akbar realiza el retrato de su personaje.
El libro se completa con los capítulos en que sus allegados (los padres muertos, un tío traumatizado por la guerra entre Irán e Irak…) cuentan sus historias en primera persona. Todo fluye bien, pero sin alcanzar la frecuencia poética, reveladora, a la que el autor parece aspirar constantemente y que se concreta en los textos del protagonista que se van incluyendo en la narración.
La escritura de Kaveh Akbar brilla en algunas composiciones metafóricas y naufraga llamativamente en los diálogos. También incluye los efectos especiales y el libro contiene apariciones imposibles de Kareem Abdul-Jabbar, Donald Trump e incluso Lisa Simpson.
'Mártir' llega precedida de un gran éxito en Estados Unidos. También del prestigio de ser una de esas lecturas que recomienda Barack Obama, presidente al que quizás habría que comenzar a incluirle los juicios literarios entre los errores de gestión.
Ibon Zubiaur
El modelo de la 'supermanzana', que en su origen se remonta a 1987, se estudia ya en medio mundo, se implantó con éxito en Vitoria y (parcialmente) en Barcelona y se emplea entretanto como arma arrojadiza. Esta conversación con su creador (en la que no faltan excursos para todos los gustos) permite profundizar en él con el detenimiento que merece. Concebido para reducir los niveles de ruido y contaminación y racionalizar el tráfico rodado (optimiza la red de autobuses mediante una red ortogonal en vez de líneas radiales), su mayor virtud acaba siendo liberar espacio público para los residentes, con ganancias constatables en salud, calidad de vida y cohesión. Otro punto fuerte es que la apuesta por las soluciones tácticas (sin grandes obras) permite obtener resultados inmediatos con un coste mínimo. Salvador Rueda rememora la larga historia del modelo desde las artesanales mediciones del inicio (cuando los ordenadores aún no eran capaces de proyectar los datos recabados) y la aún más sinuosa de su implantación, entre batallas políticas partidistas y lobismo del sector del automóvil. Es encomiable la humildad de un técnico que no olvida cuál es su papel en la toma de decisiones y cuál el de los cargos electos y la ciudadanía, a la que invita a sumarse activamente al diseño del espacio público. Es lo que le corresponde en democracia, pero sólo puede hacerlo desde la información fundada y el diálogo: justo lo que brinda este libro.
Jon Kortazar
Pablo García Casado (Córdoba, 1971) ha transitado una vía poética personal, singular y sobresaliente, coherente desde su primer libro, 'Las afueras' (1997). Autor de una voz personal, expresa en sus poemas en prosa (la primera particularidad de este libro) una mirada entre agria y desconsolada al mundo de las personas anónimas (ese «uno» del título), perdedores, y a la vez creadores, de la vida cotidiana. En este libro son perceptibles las huellas de tres poetas que configuran algún ángulo de su visión.
Primer autor: Pessoa. El título proviene de un verso del poeta portugués. Muchas personas dentro del mismo ser. Muchas voces distintas en los poemas. Dividido en cuatro secciones (Mujeres, Hombres, Genoma, Mucha Gente), el libro dibuja un universo de vidas protagonistas de pequeñas historias, con especial atención a la relación entre padres e hijos.
Segundo poeta: Walt Whitman: «Te he visto caminar esta tarde de lunes, Walt Whitman, buscando la felicidad». Los personajes de este libro caminan entre estanterías de supermercados, buscan el consuelo en pequeños gestos de cariño, y ese Whitman busca la felicidad, como estos personajes que se hunden. Tercer poeta: Carver. Pero el consuelo es fugaz y se pliega en un rictus de resignación. «Descubrirás que la paz no existe, solo momentos de falsa calma». Bajo el lenguaje del fútbol, el libro recoge una galería de tipos en el borde del abismo, en los minutos de la basura.
Gerardo Elorriaga
La proliferación de novelas de género negro es una característica del mercado actual. Se mata mucho, quizás demasiado, en las páginas escritas por los autores de última generación. El planteamiento inicial de 'La travesía de Voga' anticipa otro crimen y, ciertamente, otra trama de suspense. Pero la novela de Antón Arriola, publicada hace una década y reeditada recientemente, posee la extraña virtud de sorprendernos porque suelta amarras y navega a través de voces diversas y distintos mares, desde el género negro a otros más atractivosa nuestro juicio: la crónica generacional, la reflexión existencial y la ética aplicada a los nuevos medios tecnológicos.
La narración se revela, en última instancia, como una historia de ciencia ficción, un género extremadamente complejo y cuyo tratamiento revela la solvencia del autor. La capacidad de la inteligencia artificial para cambiar nuestras vidas establece dilemas éticos, conflictos sentimentales, cuestiones de fe y ambiciones más prosaicas. Arriola es capaz de desenvolverse en escenarios diversos a partir de un eje transversal tan necesario como el abordaje de la condición humana. El autor crea personajes diversos y complejos, todos ellos de carne y hueso, absolutamente creíbles, que favorecen la empatía y un interés que no decae, a pesar de hallarse en planos muy alejados al común de la gente. La literatura vasca, tan pródiga en hallazgos que no lo son, cuenta con un escritor de referencia.
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