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Con la muerte temprana de Gabriel Aresti (1933-1975), la cultura vasca perdió uno de sus puntales más pujantes, voz que sobresalía prometedora en la ... poesía y en la renovación y futuro del euskera, a cuya unificación contribuyó decididamente. No sólo puso el euskera en la modernidad, sino que participó en la tarea de vincular su actitud, su poesía y su manera de ver el mundo con la de otros poetas vascos, como Celaya, Blas de Otero y Ángela Figuera Aymerich, a quienes consideró referentes líricos y amigos. Su muerte quebró de cuajo una conducta intelectual decididamente progresiva y vinculada a su vez a la política, preocupado por el devenir histórico del País Vasco. Su intervención en la tertulia bilbaina de La Concordia supuso un hito en la relación con los intelectuales vascos del momento.
Porque el poeta bilbaíno no se estuvo quieto. Además de su obra literaria en poesía y teatro (participó en el grupo Kriselu), Aresti intervino en todo tipo de actividades que crearon una dinámica nueva en aquella década. Su participación en el Congreso de Arantzazu (1968) para la unificación del euskera, liderado por Koldo Mitxelena, ratifica el protagonismo del poeta euskaldun en la historia cultural.
En 'Harri eta Herri' ajusta cuentas con el pasado cultural del pueblo vasco, define sus idearios y expresa su hermanamiento con los intelectuales vascos del siglo XX, a quienes saluda con gratitud por haber traído la alegría «a este pueblo atormentado». Con Otero tuvo una relación directa en la tertulia referida, con Celaya, guía de su pensamiento, comulgó en todo su trayecto vital, y por Figuera sintió devoción y fervor. La trató en la tertulia de su hermano el pintor Figuera, y dio a conocer algunos poemas de la escritora vasca en fotocopias que regalaba a los jóvenes poetas de la Ría del Nervión. En uno de sus poemas, Aresti afirma que, como percibía que el bertsolari Enbeita no se parecía a sus parientes, le entregó poemas de esta para reconvertirlo.
Con Oteiza, el trato fue intenso y crítico. Le dedicó el poema 'Q', el más extenso de 'Harri eta Herri', pero ni las líneas de su poesía ni su visión del teatro coincidían. Aresti creía más en las pastorales que en el teatro revolucionario, más en la poesía objetiva que en la simbólica. Pero ambos se querían. «Me han dicho que Jorge de Oteiza habló con la tierra. Yo no me creo semejante cosa, pero, sin embargo, sé que es verdad».
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