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El pianista chino-canadiense Tony Ann (Beijing, 1994) debutó el año pasado en España y ahora vuelve a la carga con motivo de un segundo ... disco que gira en torno al horóscopo. Se titula '360º' y recorre todos los signos del zodiaco, a un ritmo hipnótico que deja la mente en blanco. Lo de menos es que los temas se llamen 'Aries', 'Tauro' o 'Sagitario'. Cada 'track' dura poco más de tres minutos y la inercia lleva al siguiente, sin esperar nada, igual que sucedía con el álbum 'Emotionally' (Blue, Orange, Red). Pura tranquilidad y quietud es lo que ofrece a sus muchos, muchísimos fans. Es un fenómeno con más de seis millones de seguidores en las redes sociales y 100 millones de visualizaciones que centra todas sus energías «en los espectros anímicos amplios y la conexión con el público».
Esta tarde, a las 19.30 horas, ofrecerá en el Teatro Arriaga un recital que seguirá la estela de los que ya ha protagonizado en 30 ciudades en los últimos tres meses, lo mismo en Australia que Turquía o Alemania. Y evidentemente también en Bilbao ha colgado el cartel de 'no hay billetes' porque sus admiradores, en su mayoría muy jóvenes, no se limitan a escucharlo 'online'. «¿Que cuál es el secreto de mi éxito? Bueno, no sé, yo creo que les entiendo y ofrezco un producto fácil de asimilar. Me inspiro en las armonizaciones del pop y, sin embargo, mi técnica y gusto por la complejidad son típicos de la música clásica. También hablo con la gente, bromeo y lo pasamos genial», asegura el artista en conversación telefónica con EL CORREO, después de haber comido en un restaurante de Santander. El día anterior triunfó en Gijón y está dispuesto a seguir conquistando nuevos territorios.
«Aparte de la música, lo que más me gusta es la buena comida, los vinos finos y el mar. Navegar, relajarme y olvidarme de la vida... Buuuf, es lo que más necesito últimamente». Así habla un músico que no termina de creerse su fama mundial ni haber fichado por el sello Decca Records France (Universal Music Group). Nunca se ha puesto metas ni soñaba con llegar tan alto. Se limita a trabajar duro, pero sin imposiciones ni sacrificios sobrehumanos. A caballo entre Asia y América, se mudó a Toronto a los seis años con su familia y se alegra de no haber crecido «en un hogar oriental típico». Le dieron plena libertad para elegir su camino, que en su caso se encarriló muy pronto.
La película canadiense 'La vida de Beethoven en el piso de arriba', de David Devine, le cambió la vida a los 12 años. Es una cinta dirigida al público infantil con Neil Munro en el papel del compositor e Illya Woloshyn como el pequeño Christoph. «La vimos en el colegio y me produjo un efecto profundísimo, despertó algo que tenía dormido y no volví a ser el mismo», admite el joven instrumentista. A partir de ese momento empezó a obsesionarle el piano y sus secretos. Quería extraer todas las posibilidades de sus 88 teclas. Su madre toca el piano como aficionada y su padre tiene una bonita voz, pero ninguno de ellos se planteó nunca la música como profesión. Tuvo que llegar Tony Ann para abrir un nuevo camino en la familia. «Tengo un par de tíos que se mueven en el mundo del arte, pero nada que ver conmigo. Uno es pintor y el otro trabaja en el cine como director de arte. Yo soy el primero que se dedica a dar conciertos».
Ha ido quemando etapas vertiginosamente, con un bagaje a sus espaldas de mucho peso. Estudió en el Claude Watson Arts Program en Toronto y completó su formación en Estados Unidos. Fue un alumno avezado en el Cleveland Institute of Music y el Berklee College of Music de Boston, con una curiosidad voraz que le llevó «a profundizar en un montón de géneros musicales y metodologías compositivas». A los 14 años ya había empezado a subir vídeos a YouTube con piezas de su cosecha y no tardó en aliarse con Matt Underwood para formar el grupo de pop alternativo The Swoons.
En 2017 se animó a versionar temas de los disc jockeys The Chainsmokers y llamó la atención de los propios músicos, que le invitaron a participar en la gira 'Memories: Do Not Open'. Ya embalado, estrechó lazos con artistas tan variopintos como Don Diablo (un DJ amante del cine y el baile), L. Dre (capaz de transformar piezas clásicas en un mix de hip-hop y música chill-out) y Wrabel (paladín de la comunidad LGBTQ+).
- ¿Alguna vez ha pensado en colaborar con algún cantante o compositor español? ¿Admira a alguno en particular?
- (Largo silencio) No me viene a la cabeza ninguno en activo, ya lo siento. Tendría que pensar... Todos los que recuerdo son latinoamericanos.
- Tranquilo, no pasa nada.
- De niño, eso sí, escuchaba a Julio Iglesias. De él sí me acuerdo.
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