

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
«Lanzarse en paracaídas desde un rascacielos entraña un alto riesgo, aunque si eres una persona de aquí, hacerlo en el centro de Bilbao es ... un subidón». El lemoarra Álex Txikon y el vitoriano Pablo Otxoa tratan de explicar por qué los saltadores base se juegan la vida y por qué eligen muchas veces edificios o puentes situados en ciudades que sienten como suyas. La historia de ambos viene a cuento porque este fin de semana otro saltador base se ha tirado al vacío desde lo alto de la torre de Garellano que está en construcción en Basurto para aterrizar, segundos después, en la explanada de la Intermodal, bajo la atónita mirada de un peatón que no duda en grabar con su teléfono móvil la parte final del descenso.
Noticia relacionada
Sin embargo, esta acción, que está perseguida por la ley con multas, no es nueva. Se da la circunstancia de que Txikon y Otxoa ya lo hicieron hace 11 años, cuando la primera de esas torres de Garellano estaba en construcción y la Intermodal no existía. Los dos aventureros nunca le dieron publicidad. Lo desvelan ahora, once años después, cuando todo está prescrito, en una conversación con EL CORREO. Lo que comenzó como una consulta de este diario a dos expertos sobre la peligrosidad de esta práctica ha terminado en una confesión, que viene acompañada de un vídeo inédito que tomaron aquella noche (14 de marzo de 2014) y en el que se puede ver al montañero de Lemoa lanzarse al vacío. «No lo habíamos hecho público porque no es legal, pero han pasado más de diez años y queremos explicar también que los primeros en hacer un reto así en Bilbao fuimos nosotros; bueno, mi compañero Pablo y poco después, yo», afirma el montañero vizcaíno.
Txikon también quiere dejar claro que este tipo de acciones las llevan a cabo «expertos» porque «entrañan un alto riesgo», ya que la altura es escasa y después, durante el vuelo, «hay que sortear farolas, vallas y otras construcciones». Asegura que hay muy pocas personas capaces de ejecutar un desafío como ese. De hecho, calcula que en España no habrá más que unas pocas decenas de deportistas capacitados para ello.
Lo sucedido el domingo en Garellano llamó la atención del vigilante de seguridad de la Intermodal. Fue la persona que telefoneó a la Policía a las dos y media de la madrugada. En principio, no se pudo identificar al sujeto. Y, aunque en algunas ciudades se suele perseguir esta práctica con la imposición de una sanción administrativa por incumplimiento de la ley de Seguridad Ciudadana (ley morzada), en Euskadi es algo muy inhabitual y posiblemente no pasaría de una falta leve.
Si no se usa la fuerza a la hora de acceder al inmueble desde donde se tiran al vacío (en el caso de Txikon y Otxoa se limitaron a saltar una valla), no se les puede acusar de ningún delito (si rompen algo sí que se les imputarían daños). Tampoco se les puede perseguir por entrar en una propiedad privada, ya que no tienen intención ni de robar ni ocupar. En el caso de Garellano se les podría atribuir el incumplimiento de la ley de Seguridad Aérea, ya que Bilbao se enmarca dentro de la zona de control del aeropuerto de Loiu (CTR) y no se puede volar en paracaídas sin permiso.
«En esta sociedad estamos prohibiéndolo todo», plantea Txikon, que cuenta que ellos se tiraron, aterrizaron en Termibus y no se enteró nadie. «Ni molestamos a los vecinos, ni interrumpimos el tráfico ni pusimos a nadie en riesgo». Otxoa y Txikon señalan que la técnica para abordar un lanzamiento así desde un edificio de una altura que resulta muy baja comparado con otros saltos (las torres de Garellano tienen entre 78 y 119 metros) ha de ser precisa. «Te tienes que precipitar al vacío con el pilotillo en la mano». Es decir, el lanzador no lleva el paracaídas guardado en la espalda sino que al tirarse, la propia velocidad del viento lo arranca de sus dedos y lo abre. Ese es un momento crítico, ya que el paracaídas puede enredarse o no funcionar como debiera.
Txikon y Otxoa, que también han saltado desde el BEC y del Puente Colgante (en ambas ocasiones con permiso) aseguran que la Torre Iberdrola es el caramelo más goloso en Bilbao. «Lo ha intentado alguna persona que era muy relevante en este mundillo, pero no lo consiguió». Y, aunque hay rumores de que alguien lo logró durante la construcción, no hay vídeos ni fotografías que así lo acrediten.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El Diario Montañés
«De repente, no sientes nada y no puedes moverte»
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.